También lo interpretaba así un versículo bíblico del profeta Abdías, en el que se hablaba de "los desterrados de Jerusalén que están en Sefarad". Lo cierto es que la Península Ibérica se convirtió en una verdadera patria para generaciones de judíos, hasta su expulsión por los Reyes Católicos en 1492. En el siglo VII sufrieron una creciente persecución por parte de los visigodos, especialmente con el rey Egica, quien ordenó la confiscación de todas las propiedades de los judíos y la retirada a los padres de la custodia de sus hijos para educarlos en el cristianismo. Tenían derecho a profesar libremente su religión y el reconocimiento de la plena propiedad de todos sus bienes, así como autonomía judicial en causas civiles y criminales. Sin embargo, al igual que ocurría en Al-Ándalus, las condiciones que disfrutaban los judíos no suponían la igualdad respecto a la población cristiana. Así, la legislación eclesiástica prohibía a los judíos hacer proselitismo, establecía estrictas limitaciones en sus relaciones de convivencia con los cristianos, y les prohibía ejercer oficios y cargos que llevaran aparejada jurisdicción sobre éstos. La reticencia popular hacia los judíos se incrementó en el siglo XII, lo que tiene que ver con el peso cada vez mayor de los judíos mercaderes y financieros.miércoles, 25 de febrero de 2015
EL MUNDO SEFARDÍ.
También lo interpretaba así un versículo bíblico del profeta Abdías, en el que se hablaba de "los desterrados de Jerusalén que están en Sefarad". Lo cierto es que la Península Ibérica se convirtió en una verdadera patria para generaciones de judíos, hasta su expulsión por los Reyes Católicos en 1492. En el siglo VII sufrieron una creciente persecución por parte de los visigodos, especialmente con el rey Egica, quien ordenó la confiscación de todas las propiedades de los judíos y la retirada a los padres de la custodia de sus hijos para educarlos en el cristianismo. Tenían derecho a profesar libremente su religión y el reconocimiento de la plena propiedad de todos sus bienes, así como autonomía judicial en causas civiles y criminales. Sin embargo, al igual que ocurría en Al-Ándalus, las condiciones que disfrutaban los judíos no suponían la igualdad respecto a la población cristiana. Así, la legislación eclesiástica prohibía a los judíos hacer proselitismo, establecía estrictas limitaciones en sus relaciones de convivencia con los cristianos, y les prohibía ejercer oficios y cargos que llevaran aparejada jurisdicción sobre éstos. La reticencia popular hacia los judíos se incrementó en el siglo XII, lo que tiene que ver con el peso cada vez mayor de los judíos mercaderes y financieros.
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